Con la llegada del mes
de julio se acentuaban los trabajos del verano, y así se empezaba segar la
cebada, después el centeno y a continuación el trigo. Para hacer estos trabajos
llegaban los segadores que procedían generalmente de la provincia de Toledo y
casi siempre hacían su trabajo en la misma casa, es decir que si este año lo
hacían en casa de “tío” fulano o “tío” mengano, al año siguiente repetirían en
la misma casa. Así por ejemplo yo recuerdo una cuadrilla que venía de Navalcan (Toledo),
y que lo venía haciendo desde tiempos de mis abuelos y después lo hacían en
casa de mis padres. También había otros segadores que eran de un pueblo
cerquita de Salobral, (Solosancho) pero estos siempre contrataban la siega a destajo, es decir que llegaban a un acuerdo
con el dueño de los cereales y ponían un
precio por la totalidad de la siega y así no dependían de nadie y de esta manera,
cuanto
antes terminarán la siega, ante cobraban lo acordado y estarían libres
para concertar otro trabajo. Pero los destajos siempre eran muy duros, las
cuadrillas de los destajeros, se quedaban a dormir en el corte, es decir
dormían en los rastrojos y la jornada empezaba antes de que fuera de día y
siempre terminaba de noche. En Salobral había dos casas de labor “grandes”, estas eran de los que por aquella
época se les llamaba “señoritos” Dª Herminia Salvadios y D. Miguel Castillo, en
los dos casos eran los grandes terratenientes de pueblo y siempre contrataban
la siega a los destajeros de Solosancho. En estas dos casas había un gran
número de criados, que dirigidos por un “mayoral,” eran los encargados de
realizar las labores de la labranza, tales como hacer los barbechos y la siembra así como acarrear
la mies a la era donde se procedía a trillar y limpiar el grano para después
llevarlo al granero. También contrataban a los agosteros y trilliques, que
hacían su servicio los días que duraba el verano.-
Me gusta tu blog, y me uno a ti en todas las entradas que firmas. No es algo baladí esto que haces, todo lo contrario. Rindes un homenaje constante a los pueblos y sus gentes: a las de hoy que recuerdan con añoranza tiempos pasados, y a los de antes que nos enseñaron una cultura que, por mor de las nuevas tecnologías, desaparece sin remedio. Un apena. Dentro de poco, ya prácticamente, nuestros adolescentes no sabrán lo que es una guadaña, una trébede, una noria, un cangilón, una artesa... Y qué decir de las costumbres. Todos debemos agradecerte que nos muestres con palabras de la tierra las faenas de antaño. Mi agradecimiento ya lo tienes.
ResponderEliminarUn abrazo.